Alejandro Zurbriggen, hermano de Fernando, juvenil reclutado por Obras, llegó al club a mediados de 2018 al Rockero con el objetivo de extender su participación en la máxima categoría.
El alero santafesino, quien jugó en Regatas Corrientes y Estudiantes de Concordia, cumplió el sueño de jugar con su hermano en el básquetbol profesional.
«De chico fue todo muy divertido. La pasaba bárbaro con mi grupo de amigos. Llegaban las vacaciones y estábamos desde las 10 de la mañana hasta las 10 de la noche en el club Banco Provincia. Tenía 10, 12 años, y mi mamá se enojaba porque nunca estaba en casa. A los 14 nos íbamos todos a andar en bici a la Costanera, había fanatismo por eso, era la moda. También ayudaba mucho a mi familia en los campos que tenían», dice Alejandro, en retrospectiva a sus primeros años de vida.
«Federico es el hermano más grande, después vengo yo, luego Fernando, el que todos conocen (risas), y Guillermina, la reina de la casa. Tiene todos los privilegios. Mamá es Rosa y papá, Rubén. Con Fer hemos compartido básquet mucho tiempo, y con Fede un montón de deportes. También amistades en común», señala Zurbriggen.
El apoyo familia y amigos fue fundamental para superar el desarraigo en Corrientes. Regatas fue la institución que lo reclutó cuando era un jovencito de menos de quince años, tras sumar experiencia en un Argentino y en la preselección nacional. «Cuando mis viejos me iban a visitar, siempre me traían dos o tres amigos de Santa Fe. En ese sentido se hizo mucho más fácil. Las redes sociales también permitieron que me mantuviera en contacto. Sabía que si agarraba el teléfono a las cinco de la mañana o a las dos de la tarde, mis amigos iban a estar. Eso me resguardaba. La amistad se afianzó con el tiempo. Ahora, cada vez que vuelvo a mi casa está llena de gente. Mis viejos, chochos», explica.
Todo esto le permitió alejar los fantasmas y hacer el clic para dedicarse de lleno al básquet. Por momentos la pasó mal, pero pudo salir adelante. «Después de unos meses no me hallaba en ese lugar, pensaba que esto no era para mí. Encontré la fuerza en mis viejos. La llamaba a mi mamá llorando, me quería ir. Hablaba todas las noches y ella me alentaba a seguir. Creo que hasta el día de hoy lo sigo haciendo. Ahí me puse fuerte. Fueron cambios de colegio y de amistades que son duros para un adolescente», agrega.
Alejandro desnuda su sensibilidad al referirse a cada uno de sus pilares familiares. Hay amor puro en sus palabras.
Sobre su papá Rubén destaca que «es crack. Muy leal, con mucho carácter, te hace saber dónde estar parado todo el tiempo. Sea bueno o malo, él te ubica. Es un ejemplo, un trabajador de toda la vida. Me veo reflejado». De mamá Rosa reluce «el carisma, el amor y la sinceridad. Es la persona más buena que conozco. Te brinda un abrazo cuando más lo necesitás. Está dispuesta a complacerte. De ella aprendí que cuando uno da mucho, también recibe por otro lado».
También salta a escena Nelly, su abuela paterna, quien «es la que siempre nos mimó de más. Tuve la mala suerte de que mi otra abuela falleció cuando era chico y no la pude disfrutar tanto. Ir al pueblo de ella me encanta, porque es una vida totalmente distinta. Cuando éramos chicos la hacíamos renegar mucho, éramos unos demonios con mis primos. Ahora, cada vez que la veo lo vivo al máximo».
Hasta Kira, su labradora negra, lo ayudó en aquella estadía en Corrientes. «Es nuestro primer perro, porque ahora ya es de la familia. Llegó a mi vida cuando jugaba en Regatas. Es como mi hija, es un amor. Te alegra cuando tenés un mal día. Yo soy el que más la malcría. Me mira y ya le estoy dando algo».
Por supuesto que no puede quedar afuera Fernando, su compañero incondicional. «Es una persona muy intensa en todo sentido. Intenso también para la convivencia, porque es alguien que no se puede quedar quieto. Si tiene un día libre, aprovecha para hacer un montón de cosas. Es muy compañero, jamás va a querer algo malo para vos. Entrega todo, se sacrifica cien por ciento, ya sea por la familia, el deporte o su vida personal», valora. «Lo más importante es que arrancó a tomar mate, je. Eso, aunque parezca algo mínimo, nos acerca mucho más. Este no está siendo una de sus mejores temporadas en cuanto a lo físico, así que ahora es cuando más lo tengo que acompañar».
Para cerrar, logra definirse a si mismo: «Me considero muy tranquilo, aunque puedo ser bastante intenso también. Soy muy familiero, simple, sencillo y transparente. Humilde, supe lo que es remarla de abajo. Tengo buenas intenciones».
Así es, en palabras, Alejandro Zurbriggen.