Este viernes 29 de noviembre de 2013 se cumplen 40 años del título de campeón de Primera División de la Asociación Porteña de Básquetbol que conquistó Obras Sanitarias a manos de Morón, en tiempo suplementario, por 84-82.
El juego, inolvidable para la afición capitalina, significó “el último Campeonato Oficial de la Asociación Porteña, la vieja Federación, ya que a partir de ahí -concretada la fusión con la Asociación Buenos Aires- comenzó la competencia unificada de la Federación Regional de Capital Federal”, recuerda el periodista Osvaldo Orcasitas en su tradicional columna del sitio de internet Webasketball.
El plantel aurinegro estuvo compuesto por los siguientes nombres: Tomás y Miguel Sandor, Norberto Draghi, José Flores, Norberto Gaggero, Oscar «Pichi» Bustos, Eduardo «Cachorro» Benítez, Carlos Tocalli y Mario Scola (el papá de Luis).
En exclusiva, el el sociólogo y entrenador de básquet Emilio Gutiérrez, autor del libro “Básquetbol argentino. 1956, donde habita el olvido” y uno de los impulsores del celebrado documental “Tiempo muerto”, recuerda el título y el momento, inolvidable en la historia del básquetbol de estas tierras.
“…Aquel partido fue especial. Dividió aguas y marcó el fin de una época. Cuando Obras decidió formar un gran equipo, el baloncesto porteño vivía en un interregno. Lo viejo, gallardo y estoico no terminaba de morir y lo nuevo, impetuoso y transgresor, aún no empezaba a nacer.
En la Asociación Porteña las dudas se multiplicaban. O permitían lo inevitable, es decir, el amateurismo marrón (lo que para sus dirigentes era un escarnio) o la muerte como Asociación. Finalmente, no tardaron mucho en perecer.
La actual Federación Metropolitana de Básquetbol tiene su origen en la fusión de la Asociación Porteña y la Buenos Aires, tiempo después de este encuentro, concluyendo con una discusión tan vetusta como inútil.
Pero aquel, fue realmente un partido especial. El último que llamó la atención de la afición porteña, antes del Ferro de León Najnudel y mucho antes de la LNB. Tomás Bello, discípulo de Casimiro González Trilla, ex jugador de la Institución y campeón en el 67 como entrenador, fue el encargado de construir lo que, a priori, se suponía el mejor conjunto. Y a decir verdad, no lo hizo nada mal.
Comenzó por cimentar el espacio y fichó las torres más confiables de la época: los hermanos Sandor, Cachorro Benítez, Pichi Bustos y un juvenil Mario Scola que le dieron gol y sustento cerca de los tableros. Esto, sumado a la novedosa idea de defender presión aún con la gente grande, le permitió hacerse de innumerables posesiones que tanto el artista de la base Norberto Draghi como el temible lanzador Norberto “Pollo” Gaggero lograron capitalizar en puntos propios u opciones de conquista para cualquiera de los compañeros. Casi nadie pudo con ellos, porque para todos fueron demasiado. Los viernes por la noche, todos los rivales desfilaron sin miramientos. Excepto uno: Club Morón.
La noche que le sacaron el invicto en condición de local, se pensó que había sido suerte. Pura fortuna. Pero no fue así. Morón representaba al típico club argentino: Ferreyra, Rezzónico y Apostólico conformaban una media cancha yugoeslava que se pasaba la pelota con maestría. Todos traían más de 15 puntos en sus manos noche a noche. Eran abastecidos por gladiadores experimentados como Mercado, o jóvenes impetuosos como Rezk y Pedevilla. Una amalgama perfecta que sucumbió únicamente ante los problemas internos que atravesaron y que solo el gran liderazgo de su legendario conductor y símbolo del club, Osvaldo Guerra, se atrevió a enfrentar para estar a tono con la batalla que se avecinaba en el Luna Park.
Luego de innumerables cabildeos por la fecha del juego, finalmente Obras y Morón, que habían empatado posiciones, se enfrentaron el 29 de noviembre de 1973. Se recaudaron $2.000.000, lo que demuestra el interés despertado. Fue el día que habrá que recordar como bisagra dentro de la rica historia del Básquetbol Argentino. No sólo por el triunfo agónico de las nuevas ideas tácticas y estratégicas, sino porque fue el comienzo de una nueva era. Ese día, Obras Sanitarias comenzó definitivamente un camino hacia la gloria internacional que permitió recuperar la confianza perdida en nosotros mismos desde los tiempos de la estúpida sanción a los campeones del ’50.
Por supuesto, esto no hubiese sido posible si el rival hubiese sido débil. La categoría de Morón le dio mucho más valor a lo realizado por Obras aquella temporada. Al fin y al cabo los ingredientes técnicos, tácticos, psicológicos, sociales y físicos de los que está construida la medalla dorada de 2004, la química que la concibió, asomaron aquella noche todos juntos y a la vez. Celebro por haber podido ser su espectador. Fue 84- 82 en suplementario. Una fecha que, sin dudas, fue un antes y un después…”