Obras es uno de los indiscutidos históricos del básquetbol argentino, mérito que ostenta desde años antes de la creación de la Liga Nacional en 1985. Sin embargo, para llegar a la máxima categoría necesitó de algo más que historia. Para llegar a la élite, debieron consagrarse en el férreo TNA, que por entonces, era aún más competitivo. Se necesitó de un equipo de guerreros, que aún en un mal momento económico para el club, fueran capaces de dejarlo todo por llevar al Aurinegro hacia la gloria.
Ya lo habían intentado sin resultados en la temporada 94/95, cuando fueron eliminados por Luz y Fuerza de Posadas, en semifinales. Al año siguiente, se armó un equipo joven, con Fernando Duró al mando del cuerpo técnico, en el que acompañaron Bernardo Murphy y De Negri. Adentro de la cancha, estaban Ezequiel ‘el Negro’ Lamas, ahora kinesiologo del plantel de LNB, y Leonardo Diebold como perimetrales. En la pintura, la férrea pareja de internos conformada por Dennis Still y Diego Ricci, quienes ponían toda su integridad para proteger el aro. También los hermanos Masieri (Luciano y Leandro), los Raffaeli (Sebastián y Lucas), ‘el Gringo’ Maretto, ‘Pichi’ Coima, Andrés García y Marcelo Mangiacavalli. Esos fueron los 12 aurinegros que batallaron ante los mejores y trajeron el merecido ascenso, en momentos donde la institución no podía ofrecer grandes sueldos, ni mucho menos invertir fuerte en la disciplina, como otros equipos del TNA.
“Aquel equipo primero defendía, después pensaba en el ataque”, dice Ricci, participe de aquella historia. “Estábamos mentalizados en que nos iba a ir bien”, agrega. El TNA no era un torneo sencillo. El candidato al título, en un principio, era Estudiantes de Olavarría, equipo que se reforzó con jugadores dignos de Liga Nacional. Ben Hur de Rafaela, Echagüe, Independiente de Neuquén, La Unión de Colón, Belgrano de San Nicolás, eran sólo algunos de los aspirantes al título. Aún así, el Aurinegro logró quedarse con la primera ubicación de la fase regular, y accedió a los playoffs con ventaja de localía.
La prueba mayor para ese gran equipo se dio nuevamente en semifinales, esta vez ante Belgrano, en San Nicolás. Obras estaba entre la espada y la pared, con una desventaja de 1-2. Si bien el partido parecía dominado por el elenco de Duró, los nicoleños igualaron el tanteador de manera agónica. El Aurinegro necesitaba anotar para empatar la serie y definir en casa. Con tres segundos por jugar, y tras sacar del fondo, la pelota llegó a manos de Diebold, quien se sacó de encima a un contrario, con una finta, y embocó el tiro del triunfo que desató la locura en el banco visitante, ante una multitud de fanáticos de Belgrano que miraban estupefactos. Esa prueba significó un envión anímico importante para el equipo, que ganó el quinto en el Templo del Rock, y accedió a las finales.
Allí, esperaba nada menos que Estudiantes de Olavarría. Se había creado una especie de rivalidad entre ambos conjuntos durante la campaña, en la que acabaron como uno y dos en la tabla de posiciones. El duelo comenzó en Capital Federal, ya que el Rockero fue el mejor ubicado. De manera inesperada, Estudiantes se adjudicó el primer juego, por 76-73. La reacción de Obras no se hizo esperar, e igualaron la eliminatoria en uno, al vencer por 89-80 en el segundo. Llegó la hora de visitar el durísimo Parque Guerrero, donde más de 12 mil olavarrienses se ilusionaban con ganar los dos de local, y adjudicarse el campeonato. Nada estuvo más lejos de suceder. La fortaleza mental de los de Núñez fue una garantía en ambos encuentros. El Aurinegro se impuso en el tercero, 74-69, y creció en confianza. En el cuarto, dominaron durante todo momento, y no le dieron chance alguna a sus contrincantes. Obras se consagró en Olavarría, en un ambiente hostil, donde los jugadores dieron su mayor muestra de carácter. Los lazos que unieron a ese grupo se mantienen hasta el día de hoy, cada vez que los campeones del TNA de 1996 se reúnen a recordar su hazaña.