Gabriel Cocha supo vestir varias camisetas a lo largo de su extensa carrera en la Liga Nacional. Aunque sólo disputó dos campañas con el Aurinegro, el jugador dejó su huella en la historia del club. Se debe a que, para él, Obras no era un club más. Sí, tenía ya 36 años cuando llegó en 2007, e incluso, ya se había consagrado campeón con Gimnasia, de su natal Comodoro Rivadavia. Aún así, una intensa chispa se encendió dentro suyo cada vez que pisó el Templo del Rock con el uniforme amarillo y negro.
“Haber jugado en Obras fue un sueño cumplido”, confesó Cocha. De chico, según contó, se la pasaba mirando una grabación que le hizo su tío de las semifinales de la copa William Jones, en la que Obras venció a Simac Milano, en 1983. La observó durante tres años, día por medio, tanto que se la sabía de memoria. Su ilusión era jugar en ese mismo escenario, y defender esos colores. Y lo cumplió, en la campaña 2007/08, cuando llegó procedente de Gimnasia.
Aún con su importante edad, su inteligencia fue un plus para aquel elenco de Obras Basket, que alcanzó las semifinales de la Liga Nacional, al vencer a Sionista, en primera instancia, y luego a Boca, quien era uno de los favoritos a llevarse el título ese año. Fue Quimsa quien derrotó al Aurinegro, cuando estaban a un paso de las finales, en tres partidos muy ajustados. Al año siguiente, la situación fue muy distinta. La campaña no fue buena, y los de Ñúñez debieron jugar una serie al mejor de cinco para no descender. Allí, la experiencia de Cocha fue fundamental para que el asedio acabe en sólo tres juegos.
Su etapa en el Rockero concluyó en 2009, cuando firmó con Olímpico. Una temporada después, colgó las zapatillas, luego de 23 años en la Liga Nacional. En el Aurinegro jugó 85 encuentros, en los que promedió 9.6 puntos, 2.1 rebotes y 2.4 asistencias. Aún retirado, su vínculo con Obras se ha mantenido. Esto se debe a que su hijo, Tomás, quien se inició en premini, es actualmente miembro del equipo de Liga Nacional y Liga de Desarrollo. “Soy un agradecido de que él pueda jugar en un club tan fuerte y reconocido en el básquet, y que se haya criado ahí”, expresó con orgullo Gabriel, quien ocasionalmente acude al Templo del Rock, para ver cómo su mayor legado, su hijo, construye su propio camino en el deporte de sus amores.
Foto: Marcelo Figueras