No hay otro escenario en la Argentina que combine básquet y rock como el mítico estadio de Obras, que lleva casi 39 años de vida en el barrio de Ñúñez. El inmueble diseñado por los arquitectos Roberto Sztybel y Francisco y Rosa Mangone fue inaugurado el 19 de junio de 1978, con el inicio de la Copa William Jones. Ese día se jugaron dos encuentros: Real Madrid-Sirio (Brasil) y Obras-Universidad de Rhode Island, con triunfos para los españoles y el Aurinegro, equipos que luego se enfrentraron en la final del torneo, que acabó en manos de los Vikingos por sólo un punto de diferencia, en tiempo suplementario.
Cinco años después, El Templo del Rock fue escogido nuevamente como sede de la copa, y Obras se encontró con una chance inmejorable de revancha. Aquel recordado equipo dirigido por Flor Meléndez, con enormes talentos en su plantila, como Eduardo ‘Tola’ Cadillac, Esteban Camissasa, Carlos Romano, Vicente Pelegrino y Héctor ‘Pichi’ Campana, entre tantos otros, contó con el incesante aliento del público Aurinegro, quienes llenaron el inmueble en cada compromiso. Pasó Universidad de Oregon State, Monte Líbano de Brasil, Peñarol de Uruguay y Simac Milano, antes del duelo final con Cantú de Italia. Allí, con una fervoriosa multitud de su lado, Obras escribió la historia, al vencer por 89-76, y consagrarse campeón intercontinental en su propia casa y con la alegría de su gente.
(Partido contra Peñarol, en la William Jones 1983)
Despertaba la década de los ’80, y con ello, el espíritu rockero del establecimiento. De a poco, bandas y solístas encontraron allí un cómodo lugar para sus espectáculos, con confortables vestuarios, buena acustica, y un espacio medio entre un pequeño teatro y un gigantesco estadio de fútbol. Por allí pasaron varias leyendas locales, como Charly García, Soda Stereo, Luis Alberto Spinetta, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, La Renga, Pappo, Andres Calamaro, Sumo, Serú Girán y muchos más. También, los internacionales Kiss, The Ramones, Red Hot Chilli Peppers, Sex Pistols, Megadeth, Scorpions, Iron Maidden, entre otros, se dieron cita. Hasta pasado el nuevo milenio, cientos de símbolos del rock tuvieron su espacio en Obras, lo que le otorgó una mística increíble. Para un músico, tocar en Avenida Libertador al 7395 era un privilegio, algo que no podía faltar en su estelar currículum.
(Recital de Kiss en Obras- 1994)
De regreso a las hazañas deportivas, en 2012, el estadio fue escogido como sede de la final de la Liga Sudamericana de Clubes, que disputaron Obras y Pinheros. Allí, el Rockero logró imponerse, y consiguió su segundo título internacional ante sus fanáticos, al imponerse 88-73 a los brasileños, el 5 de febrero de aquel año.
Otro hecho deportivo inolvidable fue la visita de Earvin ‘Magic’ Johnson, el 14 de enero de 1994. El Templo del Rock estuvo a punto de reventar aquel día en que el ex jugador estrella de Los Angeles Lakers jugó un partido con sus Magic All Stars frente a estrellas locales. Incluso, muchas personas no pudieron ingresar al estadio, y se quedaron en los alrededores, a la espera de poder sentir un poco de la magia que el número 32 dejó en el ambiente.
(Magic Johnson, ante un estadio desbordado)
Al día de hoy, la mística del básquet y el rock se mezclan cada vez que Obras hace de local en su estadio. En el centro de la cancha, la pua que lleva como escudo es testigo de cada salto inicial que pone en marcha un partido. Además, la mascota del equipo, Rocky, y los distintos músicos del género que realizan su espectáculo durante el entretiempo, aportan una buena cuota de color, que mantiene encedida la llama rockera del lugar. Por otra parte, los recitales están volviendo de a poco. A fines de 2016, fue el turno de Airbag, y muy pronto, le tocará a La Berisso. En el año del Centenario, el Templo del Rock late más fuerte que nunca.