Hay una personalidad fuerte en Francisco Barbotti. Detrás de esa leve timidez y bondad al momento de hablar, existe un pibe que sabe muy bien lo que quiere. Lo supo apenas cumplió 15, cuando le dijo a sus padres que quería dedicarse de lleno al básquet. Y les agradece siempre, porque «yo no se cómo reaccionaría si mi hijo me plantea eso”.
Su aventura grande comenzó hace seis años, jugando para la selección argentina U15. En un amistoso ante Obras, los entrenadores Ignacio Narvaja y Marcelo Travnik no dudaron ni un segundo. «La llamaron a Victoria, mi mamá, para que venga a Capital. Al principio no me quiso decir nada, pero cuando llegué a Chaco me contó. Tenía otros clubes interesados, pero Obras me gustaba, y los jugadores que tenía en ese momento eran referentes para mi. Tuve una charla en Corrientes y no lo dudé. Era el momento justo», relata.
Pancho se define como un “loquito” del básquet. Su familia lo llevaba de acá para allá y lo seguía desde la tribuna. Él miraba todos los partidos y no dejaba de nutrirse. “Iba a ver mucho a Regatas Corrientes, que era lo más cerca que tenía de Liga Nacional”, comenta.
Lo más difícil fue dejar a sus amigos del club Regatas de Resistencia, en su Chaco natal. Allí se formó y practicaba todos los deportes. “Mirá como son las cosas, que mis papás se conocieron ahí. Prácticamente hicimos la misma vida. Yo me la pasaba todo el día afuera de casa”, cuenta. “La amistad es muy importante en mi vida. Soy muy amiguero. Me apoyo mucho en ellos. Lo primero que hago cuando llego a Chaco es ver a la familia y después me borro con mis amigos, a ver si organizamos un asado”, agrega. Por supuesto que nunca se olvida de sus hermanos Sofía, Juan, Pedro y Clarita, a quienes extraña siempre. Los nombra cada vez que puede a lo largo de la charla.
Recuerda que le costó muchísimo adaptarse a su nueva realidad en Buenos Aires, sobre todo durante el primer año. Barbotti se sincera: “Dos veces dije ‘esto no es lo mío, me vuelvo’. Un día, entrenando, me largué a llorar, de repente. Nacho Narvaja (en ese momento su entrenador) me dejó volver unos días a Chaco, pero mientras estaba allá no me sentía cómodo, ya no era natural”. Para comenzar a sentirse mejor dice que “fue fundamental ir haciendo amigos”, ya que cree que “hay que estar bien con el entorno para motivarse internamente”.
En esa motivación social tuvo un rol clave Facundo Vázquez, un chico que tuvo su paso por las inferiores de Obras y hoy es uno de los bases de Olímpico de La Banda. “Es un hermano, al punto de ir a su casa sin que él esté. Me he ido de vacaciones con la familia. Les debo todo a ellos, me adoptaron. Ojalá algún día nos volvamos a encontrar en un equipo”. Su tío de Capital también era una gran contención en esos primeros momentos: “Me iba a su casa todo los fines de semana, porque los domingos eran de crisis”.
Hoy, ya súper adaptado a la ciudad (“Mis amigos de Chaco me joden cuando voy porque me siento raro, je”) y al equipo de Liga Nacional, en el que es parte de la rotación con minutos de calidad, está acompañado por su hermano Juan, quien se vino a jugar al rugby al CASI (Club Atlético San isidro): “Tiene un año y medio más que yo. Fue duro cuando me fui y nos separamos, pero desde que vino estamos chochos. Casi todos los días nos vemos un rato, tomamos unos mates. Eso me hace sentir más como en casa”.
También tiene palabras para su papá Juan Manuel, a quien reconoce como “un tipo serio, pero muy bueno. Es ese padre al que le cuesta largar los sentimientos y demostrar. Tengo contados muy pocos te quiero (se ríe). Pero, a medida que se va poniendo más grande, también se pone más sentimental”.
De mamá Victoria destaca que “todo el tiempo nos sigue. Está muy presente, es cariñosa. Priorizó siempre a sus hijos antes que a su vida. Es muy generosa. Y ahora viene a Buenos Aires a visitar por dos. No se quién será el preferido… Me parece que es el otro (risas)”.
En una familia donde el deporte es denominador común, el abuelo Manolo no podía quedar al margen. Es nadador y fan de Obras. “Cruzó el Río Paraná nadando con setenta y pico de años, y ahora parece que lo quiere hacer de vuelta”, menciona la hazaña.
La que más sufre cuando se tiene que ir de Chaco es María Teresa, su abuela. “Lo suyo no es el deporte, pero siempre me apoyó con mucho amor. Creo que hasta el día de hoy sufre cada vez que me despide”.
Para Francisco, entrar a la cancha principal de Obras ya es como entrar a Regatas. Es su casa, es el mismo sentimiento. “Trato de hacer las cosas siempre del lado de la felicidad”, se autodefine. Mientras tanto, sigue siendo el mismo chico que vino de Chaco. Siempre recordando las raíces.