Federico Corbalán habla bajito. Hay que calibrar el oído para escuchar esa voz que tiene algo de timidez, aunque también buenos conceptos. Con el que habló fuerte y claro hace unos años fue con su papá, cuando Obras apareció en su camino. Había que tomar una decisión con respecto a lo que quería para su vida. Corbalán no lo dudó y eligió el camino del básquet con responsabilidad y compromiso, siempre con el apoyo de su familia atrás.
El alero de 1.96m, que está transitando su último año como juvenil, cuenta como fue ese proceso de elección, recuerda lo que le costó adaptarse a Obras, sueña con su futuro, reinvidica la amistad y explica por qué lo llaman «El Sentenciador».
-¿Dónde empezaste a jugar?
-Arranqué en U13, en CEDEM de Caseros, por mi hermano, que jugaba ahí. Me costó porque era gordito, pero pude progresar. Ya en infantiles me llamaron para hacer banco de Primera, aunque casi no jugaba. En segundo año de infantiles hicimos una gran temporada y llegamos a la final de conferencia. Perdimos con Boulogne y fuimos subcampeones. En ese momento me contactaron de Obras y vine a probarme a un campus.
-¿Cómo encaraste esa prueba?
-Vine a divertirme más que nada, pero al día ya tomé consciencia de lo que era. Estaban los reclutados que venían de las provincias. El último día me ofrecieron jugar acá y les dije que sí.
-¿Y cómo fue ese paso a un club como Obras?
-Fue increíble. Me costó mucho porque pasé de jugar en el nivel ocho al uno con chicos de selección. El primer año me costó horrores, pero me fui adaptando de a poco. Los chicos me ayudaron muchísimo cada vez que no me salían las cosas. Ellos me levantaban. Estaban Juanpi Lugrín, Mateo Marziali, Pipa Diz Ríos e Hilario Gutiérrez, quienes son mis amigos y me dieron una gran mano. Así que pude salir adelante y acá estoy.
-¿Imaginaste alguna vez dar un salto así?
-No, nunca me imaginé jugar en un club como este, pero las cosas se fueron dando de a poco. Con mi viejo nos dimos cuenta de que la cosa iba en serio. Me dijo que tenía que dejar de lado muchas cosas, pero que me iba a apoyar si era lo que yo quería hacer. Todo chico de mi edad quiere tener un trabajo, plata y ropa. Por suerte él me banca y quiere que haga lo que me hace feliz. Además, investigó cómo era todo y me aclaró de antemano que iba a tener que hacer mucho sacrificio y viajar varias horas por día toda la semana. Yo salía del colegio, comía, preparaba el bolso y me venía al club, y no volvía a casa hasta las 10 de la noche. Lo acepté y lo tomé con mucha responsabilidad para la edad que tenía. Después, con las ganas de mejorar me pude a poner a tono en relación a la calidad de compañeros que tenía. Me sentía muy atrás de ellos.
-¿Qué sentís que mejoraste en todos estos años?
-Mejoré en muchos aspectos. Cuando llegué tiraba horrible. La pelota no tocaba el aro. Pero lo mejoré muchísimo. Tiro bastante bien y meto dentro de todo. Y en lo físico me ayudaron mucho la nutricionista y el gimnasio. Era muy flaco y ahora estoy bastante bien. Esas son las dos cosas que destaco.
-¿Qué momentos elegís de tu estadía en Obras?
-El último año de cadetes. Salimos campeones del Argentino y de Capital con un equipazo. Fue una experiencia muy linda. Teníamos un grupo que se llevaba muy bien, había una química impresionante. Tengo muchos recuerdos y anécdotas. Lo que más rescato de esta experiencia en Obras son los amigos.
-¿Disfrutás mucho de las amistades?
-Sí, creo que hice muchos amigos. Es lo que más rescato. Un ejemplo es con Juanpi Lugrín, quien se fue a jugar el TNA al interior y no lo vi durante seis meses, pero cuando volvió fue como si el tiempo no hubiese pasado. Tengo una relación muy buena, es uno de mis mejores amigos. Es una de las personas que más destaco del club, me apoya en todo y siempre se preocupa por mi. Y el otro es Fernando Zurbriggen, quien llegó un año después que yo. Yo lo considero un hermano. Siempre me pregunta como estoy yo y mi familia. Son cosas que valoro un montón.
-¿Fue uno de tus mejores momentos esa noche que te tocó entrar y definir la historia en el partido reconocimiento a Juan Gutiérrez en 9 de Julio?
-Tener esa posibilidad fue algo muy lindo, no me lo esperaba. Ya la experiencia de entrenar con el equipo profesional fue increíble. Los jugadores me apoyaron siempre y me tiraron para adelante. Me aconsejaron mucho. Justo agarré el último año del «Pipa» como jugador. Él me hablaba bastante. También el «Pepo» Barral, a quien conozco mucho porque vivimos cerca. Cuando me dijeron que iba a viajar a 9 de Julio me alegré, aunque no sabía si iba a tener minutos. Pero cuando Trifón (Poch) me llamó para entrar en los últimos tres o cuatro minutos del partido me temblaban las piernas. Fue un momento de desesperación. Íbamos ganando por tres contra Boca con algo más de un minuto para el final y en la segunda ofensiva «Pepo» penetró, me vio solo, la tiré de tres y la metí. A partir de ahí me pusieron «El Sentenciador» (se ríe). Después me felicitaron todos.
-¿A qué aspirás a futuro?
-Mi objetivo es poder llegar a jugar al básquet de manera profesional. No importa en que categoría o en que liga. Quiero poder vivir de lo que me gusta. Y, a la vez, ya voy por el segundo año de profesorado de educación física. Recibirme es la otra meta que tengo.