Mientras se coloca los estribos para proteger sus tobillos de cara al entrenamiento de la tarde, Fernando Zurbriggen responde a la distancia los saludos de los nenes que pasan por el miniestadio de Obras. Ese cariño que recibe todos los días se lo ganó con esfuerzo y trabajo. Los chicos lo ven como un superhéroe adentro de la cancha y llevan la camiseta con su apellido en la espalda. Lo mismo pasa con «Pepo» Barral y Tomás Zanzottera, quienes también están dejando una huella en los más peques.
Zurbriggen, nacido deportivamente en Banco Provincial de Santa Fe a los 8 años, nunca imaginó este presente aquel 22 de enero de 2014, fecha de su llegada a la casa de los reclutados. Dice que siempre se manejó de manera bastante independiente y por eso asimiló muy bien la adaptación a la ciudad. El base saca a relucir una madurez muy desarrollada para sus 18 años. Se nota en sus actitudes y en cada uno de los conceptos que suelta a lo largo de la charla.
Ese enfoque fue lo que lo llevó a salir campeón de todo con las inferiores de Obras y a jugar Mundiales con las selecciones juveniles de Argentina. Ahora, el base quiere consolidarse en la Liga Nacional y, al mismo tiempo, sueña con un futuro ideal. «Aspiro a ser el segundo base de Obras en la Liga para seguir creciendo. Espero que se me pueda dar. Y más adelante, por que no, poder jugar en la Selección argentina y seguir mi carrera en el exterior. No me pongo un techo», cuenta.
-¿Qué sentís cuando lo chicos te vienen a saludar y se ponen la camiseta con tu nombre?
-Yo creo que es por una cuestión de estar todo el tiempo acá. Tanto «Pepo» como yo estamos bastante en el club y como los chiquitos nos ven los saludamos. Genera una sensación linda, es como estar en casa. Se construye un sentido de pertenencia.
-¿Imaginaste esto alguna vez?
-No, nunca. Bueno, sí cuando vine a Buenos Aires y aspiraba a jugar en la Liga Nacional, lo que conseguí en el primer año. Ahí empecé a sentir un poco esa sensación de fama. Pero si no, olvidate. Ni en los juegos de Play ponía algún jugador con mi apellido.
-¿Te gusta el reconocimiento?
-Sí. Creo que a todos nos gusta que nos retribuyan gratitud por las cosas que hacemos. En el club me es placentero que un nene use mi camiseta.
-Un poco fuiste haciendo tu camino desde aquel debut en Primera en la cancha de Boca, con Julio Lamas como entrenador. ¿Qué recordás?
-Claro. Fue en la temporada 14-15. Fueron siete minutos en los que metí un parcial positivo, pero igual no anoté ni nada. Ganamos por cuatro creo, no me acuerdo si en suplementario. Y el siguiente partido lo jugamos contra Peñarol, en Mar del Plata. Era la primera vez que visitaba el Polideportivo. Estaba ansioso por eso. Era el único en esa situación. La noche anterior, Julio me dijo que me había visto en buen nivel y que me iba a tocar jugar mucho más que contra Boca.
-En ese juego contra Peñarol la rompiste. Metiste 14 puntos en 14 minutos para ganar por dos. Aprovechaste muy bien tu momento reemplazando a Barral, que estaba lesionado.
-Sí. Entré a la cancha con mucha confianza. No me parecía normal que hasta los mismos compañeros me dieran pelotas para que tirara. Además me marcaba Osimani, un ex Obras, que defensivamente intimida. Fui el goleador y encima ganamos. Pero la gira que siguió en Quilmes y en Bahía fue más positiva todavía. Me acuerdo que en los dos partidos jugué 20 minutos y tuve un buen desempeño. Después de todo eso pensé que estaba para seguir en la cancha, pero la realidad mostró lo contrario y volví a ser el de siempre.
-¿Qué pensaste cuando Lamas te fue a hablar?
-Uno de los sueños de todo jugador es que venga un entrenador de renombre como Julio y te diga que te va a necesitar. Es como que todo el trabajo que hiciste durante tanto tiempo para alcanzar eso dio sus frutos. Fueron unos segundos de euforia por haber logrado un objetivo, sabiendo que tenía que guardar energías para el partido.
-¿Todo eso fue lo mejor que te pasó hasta ahora?
-Me parece que la mejor sensación que tuve fue después del partido que le ganamos a Quilmes en el Once Unidos. Era el mejor momento del equipo en la temporada y yo era partícipe de eso. En el diario salía que éramos punteros y me nombraban por las buenas apariciones que había tenido. Me sentía especial, sobre todo porque es algo que nunca esperás que se de.
-¿Cómo manejaste tu cabeza en ese momento para mantenerte centrado?
-Yo siempre estuve con los pies sobre la tierra. Entendí que solamente era un momento en el que tenía la posibilidad de jugar. Julio me lo explicó así y lo comprendí perfectamente. Nunca se me volaron las ideas, y eso que tenía apenas 17 años.
-Con la Selección argentina tuviste el privilegio de jugar dos Mundiales, uno con la U17, en Dubai, y el otro con la U19 en Creta, Grecia. ¿Cómo fueron esos viajes a lugares que tienen una cultura muy distinta a la nuestra?
-Ya de Santa Fe a Buenos Aires hay una gran diferencia, imaginate con Dubai o Creta… Yo nunca había viajado en avión, vamos a empezar por ahí. Para mi era toda una aventura desconocida. También era la primera vez con la camiseta de la Selección. Encima, en la preparación para el Mundial U17 tuvimos la suerte de hacer gira nacional. Fuimos a jugar un amistoso a mi ciudad. Fue la primera y única vez que mi familia me vio jugar con Argentina en vivo. La experiencia de conocer el primer mundo fue inexplicable. Más que nada Dubai, una de las ciudades sensación del momento. Me quedé sorprendido con todo lo que tuve frente a mi.
-¿Y esos vuelos cómo fueron? ¿Tenías miedo?
-No, estaba bastante relajado y muy expectante, queriendo aprender el protocolo de lo que es viajar en avión. Me acuerdo que estaba con dos chicas francesas, una a cada lado de mi asiento. Estaban bastante sensibles. En un momento de turbulencia se hablaban entre ellas y una se puso a llorar. Pero bueno, yo no me desesperé en ningún momento. De hecho mis compañeros se reían. Estaban más conscientes de la situación que vivían. Cuando despegó el avión fue el momento en el que más en asusté, porque nunca había escuchado ni siquiera el ruido de una turbina.
-¿De qué disfrutás fuera del deporte?
-De compartir lo que el básquet me da. En el receso de la Liga estuve una semana con mi familia. No existe forma de pagar eso. Gracias a Dios, el club me permitió estar de vacaciones con ellos después de cinco años que no viajábamos todos juntos. Eso es lo que más valoro, porque la actividad demanda mucho tiempo en buena parte del año.
Además de un jugador con un gran potencial, Zurbriggen es un tipo intelectual. El estudio, la lectura y los idiomas forman parte de una faceta poco conocida de su formación.
-¿Sos un lector frecuente?
-Sí, soy de leer bastante. Ahora estoy con un libro que se llama «Tus Zonas Erróneas», de Wayne Dyer. Cuando terminé el secundario un profesor me lo recomendó. Me gusta mucho la literatura de autoayuda, como en este caso. De introspección, diría. No leo novelas, no me llaman la atención. Aunque una vez, en la secundaria, tuve que leer «Cien Años de Soledad», de Gabriel García Márquez. Fue una historia que me atrapó mucho. Y en cuanto a películas todo lo contrario. Me gusta mucho la ciencia ficción, estilo Harry Potter. Si tengo que elegir, me quedo con «Los Duques de Hazzard» como mejor película. Tiene personajes que van un poco con mi personalidad, esto de ser bromista y divertido.
-Se nota que sos una persona con una formación muy sólida.
-En cuanto a eso tengo que agradecer desde el primer entrenador de Mini que tuve, Mauro Cosolito, que hoy es jugador de Liga Nacional en Olímpico de La Banda. Los dos salimos del mismo club. Él tenía 17 años cuando yo era Mini. Siempre colaboró allá y priorizó la persona antes que el jugador. Mi familia hizo lo mismo. Siempre se ocuparon de darme las herramientas para ser una persona social e intelectual.
-Otra cosa en lo que te destacás es con el inglés. Hablás con facilidad.
-Sí. Me empezó a gustar a partir de los 13 o 14 años, cuando lo empecé a manejar bien. Cerca de los 15 o 16 tuve experiencias con norteamericanos, y cuando llegué al Instituto Obras (hizo la secundaria y ahora el profesorado de educación física), que tiene orientación en inglés, me benefició. Era como que estudiaba la teoría y daba la práctica con el equipo. Yo soy un jugador que habla mucho con los compañeros. Fue evolucionando solo. No lo manejo a la perfección, pero si de manera muy amplia.