Diego Paoli (41), el número 13 en la foto, fue otro de los jugadores que se incorporó este año al Maxibásquet +35 de Obras. Dueño de una mano de seda, tanto de media como de larga distancia, es uno de los pilares en los que se apoya el aurinegro para tratar de pelear lo más arriba posible en el campeonato.
Paoli cuenta su historia y su experiencia en el club.
-¿Cómo fue tu recorrido en este deporte?
-Empecé a jugar a los cinco años en Concordia, Entre Ríos, donde nací. Jugué acá hasta que me fui a estudiar a Buenos Aires. Y en Capital pasé por varios clubes. Arranqué en la UBA, estuve muchos años en Muni y pasé por El Talar, Platense, Banco Provincia, Arquitectura. Jugué en Primera hasta el año pasado y ya tenía pensado jugar en veteranos. El año pasado lo encontré a «Cebolla» (Federico Perrotti) y me invitó a Obras. Me dijo que estaban armando el equipo. Empecé a juntarme con ellos, me pareció un grupo bárbaro. Este año empecé a jugar en el club.
-¿Qué se busca a esta altura jugando al básquet?
-Lo que buscamos es divertirnos, mantenernos activos y pasar un buen rato, ya con otro tipo de responsabilidades en la cancha, obviamente muchas menos que antes. La cuestión es no perder ese gusto por jugar. Es un cable a tierra que nos permite desenchufarnos de todo lo cotidiano.
-Siendo kinesiólogo, ¿te tocó intervenir en algún momento o atender las consultas de los jugadores?
-Sí, junto al «Negro» Lamas soy parte del staff médico del plantel (se ríe). Siempre llegan las consultas los días de partido. Y en algún momento me ha tocado asesorar o atender a alguno que le pasó algo. Me acuerdo, jugando en Ciudad, que un pibe se fracturó la rótula y tuvimos que hacerle los primeros auxilios hasta que vino la gente del SAME a llevarlo al hospital. Me han pasado cosas. O reducirle la luxación de la falange de un dedo a «Cebolla», que no se si se debe acordar.
-Desde afuera se percibe que son un grupo muy unido y hay amistad. ¿Lo sentís así?
-Algunos serán más amigos que otros, pero todos nos conocemos de jugar y habernos cruzado en las canchas. Pegamos muy buena onda en general, más allá de los chicos que trabajan o juegan en el club desde hace tiempo. Los nuevos nos pudimos acoplar muy bien a este grupo humano que es muy bueno.
-¿Cómo ves el rendimiento del equipo y para qué creés que están en este torneo?
-El nivel del equipo es muy bueno. Los jugadores que tenemos son buenos. El problema son las inasistencias, ya sea por viajes o responsabilidades personales. Pero estando completo, el equipo tiene la capacidad de llegar a semifinales o inclusive la final. Por lo menos para mí, es así. En la primera fase jugamos todos la mayoría de los partidos y terminamos igualados en la primera posición, pero quedamos afuera del grupo de arriba por diferencia de puntos. En la segunda fase, ya con problemas de faltas, empezamos a tener inconvenientes. Pero bueno, en lo posible esperamos terminar entre los dos o tres primeros de la zona para que nos toque un buen cruce de playoffs. Y después hay que ganarle a todos. Se supone que en el nivel A están los mejores equipos, así que habrá que enfrentarlos. El otro déficit es que no nos podemos juntar a entrenar, así que tendremos que solucionar eso. Pero le tengo mucha fe a Obras.
Paoli destaca el apoyo de su mujer Dolores y de sus hijas Camila, de 8 años, y Maika, de 5. Aunque, según cuenta, no les pudo transmitir la pasión por el básquetbol. «Cuando eramos novios iba a casi todos los partidos, todos los viernes, con su papá, un fanático del deporte. Pero después fue dejando. Y las chicas tienen cero onda para ir a la cancha y con el deporte en general. Un par de veces las llevé y a los 15 minutos se querían ir», cierra.