Rubén Magnano es uno de los técnicos más importantes de la historia del básquet argentino, y Obras tuvo la suerte de recibirlo hace exactamente tres años. Fue el 4 de noviembre de 2017, en una clínica de ABATEBA-ENEBA para entrenadores, y Horacio Brusco contó esa historia en el libro del Centenario de Obras.
Las jornadas de la 12° edición del evento fueron el 3, 4 y 5 de noviembre, y se desarrollaron en El Templo del Rock. Para el segundo día, sábado, se esperaba la presencia del muy prestigioso Pedro Martínez, un catalán de gran trayectoria. Sin embargo, surgió un imprevisto: el Baskonia le ofreció contrato para dirigir la Liga ACB, por lo que se canceló su participación.
Había que conseguir a un nuevo disertante, y probablemente se podría pensar que, conseguir un reemplazo a las apuradas, podría ir en detrimento del nivel. Nada de eso. El reemplazante fue nada menos que Magnano, quien entre otros logros y huellas, fue campeón olímpico.
Pero hablar de ese enorme currículum no fue para nada fácil ese día: cuando Carlos Ballester, presidente de ABATEBA, se dispuso a leer el palmarés, «las casi 600 personas comenzaron un aplauso de esos que empiezan firmes, crecen y se mantienen intensos… La gente, de a poco se fué poniendo de pie y lograron emocionarlo; sin vueltas», según relató Brusco. Piel de gallina, seguro.
Esa gratitud y respeto mostrados por los asistentes a la clínica son la parte más fuerte de la anécdota. Ésa jornada quedó, sin dudas, marcada por su presencia. Rubén expuso sobre balance defensivo y juego de poste, pero previo a eso respondió: «Siento orgullo por la recepción de mis pares. Lo que nos quedará para siempre es la gratitud, el reconocimiento».
Para cerrar, el autor del texto que se puede leer completo en el libro del Centenario, rescató tres frases que dejó el cordobés durante aquel inolvidable día:
1- «No todos tenemos el mismo resultado en lo que hacemos porque no todos tenemos el mismo grado de compromiso con lo que hacemos».
2- «El peor riesgo es sentarse arriba de los logros».
3- «Cuando uno deja de aprender pierde la capacidad de enseñar, por eso, sean vulnerables al aprendizaje».
Fue así como El Templo del Rock recibió uno de los tantos eventos históricos tanto deportivos como musicales desde que fue inaugurado en 1978. Un suceso no tan masivo, pero con un valor enorme por su significado.
Foto: Villa María Deportes