Cuando se coloca la 5, algo sucede en su interior. Como si esa camiseta estuviese destinada a coserse sobre su piel. Uno observa desde afuera, a veces sin conocimiento, y piensa: ¿cómo puede gestarse un cambio así? ¿Cómo pasar de calma absoluta a tsunami en solo un instante? Así funciona la naturaleza de la estrella en crecimiento.
Así es el método de Fernando Zurbriggen.
Las zapatillas en un rechinar constante, el sudor que salpica el parquet. Músculos tensos y concentración absoluta ¿Su mirada? Tajante. Cruza cualquier obstáculo y se enfoca en un solo objeto.
Por fin el balón llega a sus manos. De una manera u otra, la esfera naranja aterriza sobre su palma. Ahora sí, personaje completo. Es como si un humano recolectase la última esfera del dragón.
El superhéroe está listo para salvar vidas.
Vemos con claridad la imagen. Uniforme negro u amarillo, dependiendo la ocasión. Camiseta dentro del pantalón, medias blancas y estiradas hasta la mitad de la pantorrilla.
El personaje en cuestión dice, a través del básquetbol, que la vida se transita sin grises. O blanco, o negro. Siempre con determinación. Empujar hacia lo bueno y poder soportar lo malo, con la valentía que solo tienen los que no reparan en los peligros circundantes.
No importa quien se cruce por su camino, la intensidad es la base de su pirámide. El carisma, la punta. En el medio, hay una mezcla de salvajismo con precisión y técnica. A simple vista y sin apreciar en detalle, es un tornado que corta la cancha y revoluciona compañeros y rivales.
Se suman, ahora, la fortaleza física y mental. Eso que le permite alcanzar imposibles. Que le da el plus para enfrentar gigantes. Cada noche la vive como la primera noche. Cada previa en el vestuario es única.
Los segundos se consumen. El momento es ahora. La tormenta, entonces, se acerca con velocidad.
Y como ayer, hoy, y siempre, será perfecta.