Con la llegada de la Revolución en 1959, el deporte cubano cambió para siempre, para bien y para mal. La formación de profesores de educación física y atletas de las más variadas disciplinas creció de manera exponencial, siempre con el apoyo de profesionales de la ya extinta Unión Soviética. Pero a la par del crecimiento del deporte amateur, en 1962 el profesionalismo fue prohibido en la isla por el régimen de Fidel Castro. No así las competencias internacionales, donde las delegaciones cubanas comenzaban a destacarse hasta convertirse en potencias mundiales. Entonces fue allí, en ese ámbito, donde los deportistas identificaron un hueco en el sistema, sobre todo en los años ’80, luego de los Juegos Olímpicos de Moscú. Ellos también querían ser parte de un mundo que empezaba a mover millones y a ser rentable. Las oportunidades estaban ahí, al alcance de la mano.
La palabra deserción suena fea, pero es a lo que tuvo que acudir Lázaro Borrell para ir en busca de sus sueños de básquetbol, durante el Preolímpico de Puerto Rico 1999. Junto a sus compañeros de selección Roberto Carlos Herrera, Héctor Pino y Ángel Caballero solicitó asilo político en el país boricua. Atrás quedaban su familia, su Santa Clara natal, sus años dorados con el equipo nacional (campeón del Centrobasket 1995, 1997 y 1999) y toneladas de enfrentamientos ideológicos.
¿Pero quién iba a pensar que el destino iba a tener proyectado para él convertirse en uno de los ídolos de un equipo de la Liga Nacional de Argentina? La historia empezó en 1997, con Borrell todavía en Cuba. El interno de 2.03 metros llegó a Obras junto a Ángel Caballero para iniciar su carrera internacional a nivel clubes a través de un acuerdo de colaboración que la institución aurinegra tenía con la Federación Cubana. Borrell comenzó a dejar su huella a lo largo de dos temporadas.
Todo hasta 1999, cuando después de aquel Preolímpico y de apartarse de la delegación viajó a Estados Unidos seducido por jugar en la mejor liga del planeta. Finalmente, y luego de varias pruebas, fue Seattle Supersonics el equipo que le abrió la puerta grande de la NBA, con figuras como Gary Payton. Fue el segundo cubano de la historia en jugar allí luego del paso de Andrés Guibert por Minnesota Timberwolves de 1993 a 1995. Sin embargo, pese a su talento las cosas no fueron bien: jugó apenas 17 partidos a lo largo de dos temporadas.
«Yo llegué con unas cuantas lesiones, sobre todo en la rodilla izquierda. Y, por decirlo de alguna manera, no escuché consejos y no mantuve el hábito que tienen los jugadores profesionales de prepararse siempre, incluso durante el período de descanso. Cogía las vacaciones para irme a tiempo completo, sin mantener una rutina de entrenamientos. Cuando regresé a Seattle para mi segundo año, había más expectativas conmigo y no las pude cumplir porque me lesioné. Además, tenía muchos problemas con el inglés. Todos esos factores llevaron a que me cambiaran a otro equipo, y cuando llegué allí no me querían. En resumen, a lo mejor podía haber jugado tres o cuatro años más, pero no tuve la constancia. Pensé que me iba a ser más fácil», explicó en una nota para cubaxdentro.wordpress.com en enero del año pasado, a cargo del periodista Michel Contreras.
Después de aquella experiencia, Borrell pasó por Puerto Rico, la Liga LEB de España y la liga de Chile, hasta que en 2002 tomó la decisión de volver a Obras. A partir de ese momento, jugó en el club durante cinco etapas, haciendo aún más grande su figura y su legado. «Especialmente en Argentina me sentí muy bien. Allá jugué siempre con Obras, salvo una temporada que me cambié a Boca Juniors (fue campeón en la 2006/07), y por suerte la gente me quería mucho. Más allá de la calidad que pudiera tener yo como basquetbolista y de la que tuviera la liga, tenía muy buena comunicación con la gente y entendía lo que me estaban diciendo. Eso era muy importante», comentó en la misma entrevista.
«Fue el mejor extranjero que vi jugar en la Liga Nacional. Junto a Luis Scola, fue uno de los mejores que vi en cuanto a movimiento de piernas. Haber adoptado a Lázaro fue uno de los aciertos de Obras. Es bueno saber que un jugador extranjero se pueda identificar tanto con una camiseta. No solamente en el club lo querían mucho, sino que también él se sentía cómodo y feliz. Es una persona muy humilde, siempre con un nivel de compañerismo muy importante. Era muy querido por todo sus compañeros y un tremendo jugador. Sabías que si él estaba en el equipo, tenías muchas chances de ganar», dijo Eduardo Dominé, compañero de Borrell en Obras, a la hora de recordar aquellos años juntos en el equipo.
«Creo que desde la William Jones hasta la actualidad, Lázaro fue el mejor extranjero que tuvo Obras. Era un gran compañero y persona. Tenía un talento de NBA. Lo he visto hacer jugadas y movimientos que nunca noté en otros jugadores. Lázaro construyó una carrera en el club y se sintió muy cómodo. En ese momento vino con el equipo de Cuba, donde estaban restringidos con muchas cosas. Entonces el club le dio un espacio grande. Todavía estamos en contacto y a veces nos comunicamos. Espero que en algún momento podamos traerlo para homenajearlo», elogió Diego Ricci, otro histórico de Obras.
Hoy, el ídolo aurinegro reside en Miami, formó una familia y tuvo la posibilidad de regresar a Cuba para volver a respirar el aroma de su tierra después de 16 años y visitar el lugar donde descansan sus padres. «Cuando Raúl (Castro, hermano de Fidel y actual presidente de Cuba) dijo que los deportistas que llevaban fuera más de ocho años podían venir, empecé a hacer los trámites con calma y al final se me dio ahora», afirmó.
Y agregó: «Yo lo he extrañado todo. Me ha pesado y me pesa, pero cuando tomé la decisión de irme yo sabía a lo que me iba a enfrentar y entonces comencé a hacer mi vida. No solo jugué baloncesto, sino que me casé, formé un hogar, tuve un hijo que ha cumplido 13 años. Cuando me agarran los recuerdos trato de aferrarme a él y, de ese modo, más o menos, paso el momento malo. Lo que me satisface más es poder ayudar a mi gente, porque soy alguien muy familiar pese a que siempre me tocó estar becado y después vivir fuera del país. Todo este sacrificio de años, la única razón de ser que tiene es la familia».
Los números de Lázaro Borrell en la Liga Nacional
En nueve temporadas (ocho en Obras y una en Boca), Borrell jugó 299 partidos y anotó 5157 puntos (82º en la tabla histórica de goleadores de la Liga). Se retiró en 2010, cuando una rotura de los meniscos de la rodilla derecha le dijo basta.
Es el quinto jugador de la historia de Obras con más partidos, con 239. Los cuatro primeros: Eduardo Dominé 338, Pipa Gutiérrez 309, Tyler Field 296 y Diego Ricci 252.
Además es el segundo goleador histórico del club, con 4433 puntos. El primero es Dominé (5314).
Su puntaje top en la Liga fue 47, en la victoria vs. Olimpia de Venado Tuerto por 120-111 en la 97/98. Esa misma temporada y ante el mismo rival consiguió su segunda mejor anotación: 42, para ganar por 107-97. Tuvo cinco partidos de 40 puntos o más (ganó cuatro). Y 22 de 30 o más (ganó 14).
Su récord de rebotes fue 20, en la derrota ante Peñarol de Mar del Plata por 76-65 en la temporada 08/09.
FOTOGRAFÍA: Marcelo Figueras
ESTADÍSTICAS: Javier Domínguez